La revolución de los claveles
Para
María Calle Bajo
La flor diseminada en
el poema que me entregaste
I
Amarramos los átomos del cielo
en la cordillera donde el mar desaparece
y con el fanal vemos nacer colores austros
En nuestro barco el día y la noche se trasladan
y nos mueven por pliegues y cuencas hasta el
sur
Amarramos los átomos del cielo
cielo de fondo agua espacio que aclama
pleno de ojos providenciales
mirando el atisbo que ella frecuenta
El verde marino de sus ojos obscurece
Su verde selvático nos aviva
la mañana cuando la ventisca toca al sol
En el vuelo de la gaviota unimos los átomos
al palpito meciéndose con nuestros cabellos
Amarramos los átomos del cielo
y bienaventurados adheridos al alba
vencedores en los cuatro rumbos de la tierra
nuestros átomos se descomponen hacia el ártico
Encima del cielo la revolución de sangre
se arroja contra la asonada de los claveles.
II
es el clima frío de las
auroras del sur
el aire blanco donde sosegarse
La migración de piel los
hace tersos
tórridos bajo del bruñido
océano
Hay claveles que los
vuelve inmortales…
y siempre nos adueñamos de todo
cuando el venero nos da norte
Lo creamos todo al abrir los ojos
El mar nos pertenece nos bautiza
y aquí en lo alto sentimos el temblor
del océano que se divide a nuestro paso
Su cuerpo toca nuestros átomos
creamos con la fusión el rocío
Amarramos a nosotros el cielo
sus átomos acomodan la luz
media la ventana de las auroras
australes en ellas nuestro destino.
III
La luz desde el fondo del agua
lo anochece todo amanece todo
y la víspera guía nuestros pasos
Hay rubores teñidos en el aire
que serenan el mar de nuestro aliento
Hay pájaros dormidos
anidados en el fondo del alba
Y todo en la tierra se alumbra
con la revolución de los claveles
Amarramos los átomos al cielo
Después del dilatado viaje
una mancha blanca pone final
a la huida y sentados en la nieve
adormecemos sobre las auroras
y la sangre que nos hace inmortales
tornase en el clavel que ella en el verde
de sus ojos llevaba para guiarnos
También nosotros somos dioses
y amarramos los átomos al cielo
Fernando Salazar Torres
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