Desde el actual confinamiento, la Casa del Poeta "Ramón López Velarde" desea acompañar a sus amigos, colegas y miembros de la comunidad literaria y poética con poemas de amigos de esta Institución.
Presentamos a Ángel Pérez Escorza.
VENDER FRUTA Y ESCRIBIR POESÍA
ES COSA DE HUMANOS
De niño aspiré ser
siempre
como mi padre.
Tenía el sueño de
vender fruta,
de hacer llegar
hasta la boca de
sus clientes
la jugosidad y
dulzura de la vida.
No tendría más de
ocho años
cuando probé
la madrugada a su
lado.
Ese frío estéril
que congeló
mis manos deseosas
de trabajo
y me hizo querer
después escribir poesía.
Recuerdo también
haberme arrepentido.
Haber errado en no
informarle a mi padre
que prefería
—como los demás niños—
quedarme a dormir
en casa
y jugar
a hacer las cosas
que no hacía,
pero no fue así.
Con el paso de los
años aprendí
de su experiencia,
comprendí el valor
de su lucha.
Aprendí que la
fruta es frágil
como un corazón
que no se cuida.
Supe también del
temperamento
de las guayabas
que muestran su
agria y verde furia
a falta de calor,
y del llanto de
los cocos
que truenan
cuando el sol se
atreve a molestarlos.
Gracias a su
diligencia,
aprendí a tener
tacto,
a ser sutil,
amable con el
mundo.
Aprendí a sentir
apenas con las yemas
de mis dedos
y la punta de mi
alma
eso que
sencillamente
no se puede juzgar
a simple vista.
Sé que mi viejo
habría querido
que siguiera sus
pasos,
que madurara tan
pronto
como lo hace una
manzana
al caer de un
árbol
o como la papaya y
los mangos
que dormitan
tibios en su magullada
cama de papel,
para así,
erguirse y morir
sin miedo
frente a múltiples
bocas hambrientas.
Porque así son las
palabras
cuando nuestra
pulpa queda expuesta
y su firme agudeza
nos hace virar
por encima de cualquier
propósito.
Porque sólo así
las frutas
persisten sin miramientos
y se desgajan del
ramaje
para anclar
nuevos versos sobre la tierra.
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